En medio de tantas alegrías, la familia “decana” recibió una triste noticia: Raúl Francisco Agüero, uno de los mejores jugadores que alguna vez haya vestido la camiseta blanca y celeste, falleció a los 64 años a causa de una grave enfermedad.
Nacido el 10 de agosto de 1952, en Lastenia, Agüero tuvo un ascenso meteórico desde las inferiores hasta la Primera del “Decano”. Es que “El Negro” era distinto: veloz, guapo y dueño de una técnica indiscutible, justificó al mote de crack que le endilgaron desde temprano. Comenzó siendo volante ofensivo, pero luego lo pusieron de 9, puesto en el que más cómodo se sentía. Fue Juan Eulogio Urriolabeitia quien, como entrenador, lo rescató de un destino de instracendencia y lo hizo explotar junto a Julio Ricardo Villa, a mediados de los 70. Lo quería River, pero se lo llevó Rosario Central, en una operación que le dejó al club suficiente dinero como para construir la tribuna de la calle Bolivia. Integró el plantel de la Selección que jugaría el Mundial 78, pero el técnico César Luis Menotti lo desafectó, decisión que el propio Agüero respaldaría con el tiempo. “Por no ser más profesional, me perdí de ser campeón del mundo”, admitió. A los 38 años, se sentía en condiciones de seguir jugando, pero un accidente automovilístico lo obligó a retirarse, cuando ya había firmado su paso al fútbol de Bolivia.
Sus restos serán velados en su casa, en Lastenia (avenida Eva Perón 158) hasta las 16, y serán llevados al cementerio Parque del Paraíso, en Cevil Pozo.